viernes, 8 de abril de 2011

Con el agua hasta el cuello.

Mañana será otro día...

La inexperiencia cobró la factura. La debilidad en los dedos era notoria y las ideas estaban almacenadas en el espacio más recondito de la memoria. La disciplina de la indisciplina evaporaba sus más sinceras intenciones de realizar la tarea constante y sonante. Todo estaba muy lejos. Las texturas estaban olvidadas. Las figuras estaban distorsionadas. Los sonidos estaban encerrados en una botella plástica. Haciendo un gran esfuerzo, apretó los dientes cerrando los ojos y observó todas las luces que explotaban una a una en sus pupilas... luces que venían de lo más profundo de su cerebro... Nada. Absolutamente nada... y pensó en lo triste que puede ser el repetir la historia una y otra vez. Por un lado la ambivalencia de ser El Bueno o El Malo dentro del juego de letras. Se introspectivo o explotar contra todo como una granada fragmentaria cargada de adjetivos, onomatopeyas, prosopopeyas, alegorías, hipérboles, hiperbatones...palabras... mil palabras saliendo de entre los dedos. Golpeando, retumbando el espacio vacío... despacio y constante... palabras como balas agujerando el fino velo oscuro de la realidad y la razón escapando en forma de haz de luz. La diferencia de la igualdad. Lo comico del drama. La referencia de lo loco y mordaz. El sonido del lápiz que se quiebra. La frase que se convierte en moda. El ojo del huracán de la tristeza más libre que en unas horas cruzará el océano de la frugalidad del espíritu. El precio que se paga por ser gandul y etéreo. El error que se comete cuando la promesa lo elimina dentro del marco de las posibilidades. El sueño que se arrastra antes del amanecer. La renunciación a todas las lecturas, a las vistas de las aristas de los poliedros. Nada absolutamente nada...y todo se regresa al principio como una cinta que no tiene fin. 


Mañana será otro día.