Rogelio vivía un sueño constante. Se levantaba todas la mañanas del lado izquierdo de su cama y siempre lo despertaba el Himno Nacional y la gastada sensación de su boca reseca, pero esa mañana se había encontrado en una posición diferente y los primeros rayos de día lo descubrieron en su mesa, sentado, hojeando un libro y mirando un álbum con fotografías. Observó fotografías de "no hace mucho tiempo" , en donde aparecía en un concierto de The Cure ataviado con el atuendo clásico, lipstick rojo corrido, sombras y pintura sobre su cara chorreada de sudor y una cerveza en su mano. Pensaba en qué tan lejos estaba de eso ahora...
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Sonia preparaba los almuerzos de sus dos niñas y ponía unos característicos snacks en sus mochilas mientras su marido sacaba la RCV de la cochera. Apresurándolas, como todas las mañanas, Liza, las más pequeña, le señalaba que en MTV anoche habían pasado un video del grupo que le fascinaba a su mamá y que era el de la canción de "Hey...Hey..Hey... yes I Like it a lot...." que le cantaba cuando estaban contentas...Sonia pensó que esa canción era fabulosa y que lo era más estar en ello"unos cuantos años después"... Ella sonrió y pensó en qué tan lejos estaba de eso ahora
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Esteban no llegaba a los cuarenta y tenía un hijo de diecisiete, quien heredó su habilidad musical. Unos años antes, Estebancito (o Junior) se interesó por tocar la guitarra y ni tardo ni perezoso le enseñó la Teoria de las Pentatóniocas y algunas armonías jazzeras y bluseras. Le enseñó a usar el distor, pero sobre todo el Delay, como The Edge... mira, Junior.... tarataratá..taa..ta..t... ¿Escuchas? esa es Where the streets have no name... y cuando tenía tu edad fui a ver al Cine Diana Rattle and Hum de U2... eso marcó mi vida... Obviamente pensó que las diferencias musicales eran cíclicas y recordó las peleas con su padre quien siempre decía que The Cure y U2 eran una bola de fascinerosos, lo mismo que pensaba de los grupos que Junior escuchaba... El sonrió y pensó en qué tan lejos estaba eso de ahora
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Feliciano vendía tomates en el mercado de Revolución junto con su mamá. Un día, te voy a comprar el puesto de huevo que pronto, muy pronto va a dejar Doña Cornelia pa que lo manejes mijo.... No, mamá... lo mío es el rock... voy a ser famosos y te voy a comprar una casota en Cuernavaca con estos acordes y estas rolitas.....Poca gente se acuerda de Feliciano. Llego a ser un buen guitarrista en los años en que el Rock en Español surguía con fuerza a prinicipios de los noventas. Con su banda "Pistolas Calientes" tuvo dos que tres éxitos en la radio local y tenían su grupo de seguidores. Se enamoró de Carmela, la hija de Don Manuel el de las carnes frías... ¿Cuál es el colmo del guitarrista de las "Pistolas Calientes"? Que sea novio de la hija del de las carnes frías...jajajajja. Unos cuantos años más tarde, Carmela le daba una niña morenita, morenita y dejó la guitarra para cargar cajas, aprender el negocio de los Ultramarinos y esperar la herencia y dar el braguetazo. De vez en cuando, le pone canciones de rock a Carmencita y ella baila y toca su guitarra, ahora le está enseñando Puente de Cerati. Su mamá es la Reina del Tomate
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Entraba la sustancia al cuerpo por la Arteria Radial y sus pupilas se dilataron. Recordó el último concierto que tocó. El último acorde retumbó en el auditorio y en su mente. Después fueron días de desperdicio. De desgaste y de desbaste. Ahora, su respiración se detenía mientras se recostaba a lo ancho de la cama. Un temblor le indicaba que el viaje de nuevo había iniciado. Pudo ver el color del Do. La temática aflorada de Ré. Lo impasible y cálido del Mi. Lo engreído del Fa. El toque esperanzador de Sol. Lo básico y central de La. Lo indefinido del Si. Lo exótico e impredescible de los sostenidos y bemoles. Lo oscuro del agujero profundo en el que iba cayendo. Pensó en La Divina Comedia... Dejad toda esperanza al que entre por esta puerta... Un cenote! como los de Yucatán... se vio flotando como siempre, pero luego caía al vacío y mientras lo hacía un sólo de Van Halen sonaba como un alarido. Murió observando las figuras de polvo en el techo.
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La última noche compuso La Oda a las canciones estériles. Cuando la terminó regresó a la cama y se acurrucó a ese cuerpo tan conocido. Mientras lo abrazaba descubrió que dejaría nuevamente todo por estar con ella, pero había algo que no dejaba de rondar por su vida y era esa necesidad de expresar con música su entorno. Canciones estériles que jamás nadie iba a escuchar pero era le resultado de esa andar y nadar sobre aguas turbulentas y tibias. Mientras pensaba en ello, Ella volteaba para ponerse de frente y todo se olvidaba.... en esa noche, Ella concibió a la pequeña Paty (com Paty Smith). Años después, le decía: El día que escribí La Oda a las canciones estériles, se embarazó tu mamá de tí... Qué locochón....
Eso es Rock and Roll
Una rápida mirada a un saco de huesos de más de treinta que ha vivido toda la gama de consistencias y texturas que ofrece la vida
miércoles, 14 de octubre de 2009
jueves, 8 de octubre de 2009
Inventario de señales constantes.
Una simple tonalidad del cielo en el amanecer.
Un escalofrío de emoción, de terror, de fiebre.
Una fotografía en blanco y negro de un lugar con el mar de fondo.
Un largo historial no tanto delictivo, pero sí incriminador.
Una alta obsesión por la ortografía.
Una culpa aplacada con cinco figuras difusas.
Un mismo sentimiento que no sucede igual que siempre.
Una palabra tremenda escrita en el Libro de la Verdad.
Una tendencia a la dirección onírica, a hacer lo que el sueño dicte.
Una sonrisa de media sandía.
Un rasgo en los ojos inconfundible.
Una esperanza en mil momentos.
Una taza junto a la lista de retos por realizar.
Una cruz en la de retos realizados.
Un sonido que está permanente y que no establece su origen.
Un dolor característico entre las sienes y la frente.
Un pensamiento cuando se apaga la luz.
Un camino junto al camino que trazan las palabras.
Un guión sin un argumento definido.
Una curvatura prominente en el vientre bajo.
Una necesidad de crecer, de expander, de arrobar.
Un triángulo dentro de un círculo.
Una estigma borrándose cada día que pasa.
Unas horas que ultimamente se convierten en altas de la noche.
Un espasmo en el pecho.
Un remedio heredado.
Un miedo al fracaso.
Un oráculo ebrio de soberbia.
Un sudoku.
Un homerun con casa llena.
Un gol de un tiro de media distancia.
Una casa prestada.
Un cúmulo de pérdidas.
Un pasado que cada día es perdonado, pero no justificado.
Un deseo.
Un alguien.
Un quizá.
Un escalofrío de emoción, de terror, de fiebre.
Una fotografía en blanco y negro de un lugar con el mar de fondo.
Un largo historial no tanto delictivo, pero sí incriminador.
Una alta obsesión por la ortografía.
Una culpa aplacada con cinco figuras difusas.
Un mismo sentimiento que no sucede igual que siempre.
Una palabra tremenda escrita en el Libro de la Verdad.
Una tendencia a la dirección onírica, a hacer lo que el sueño dicte.
Una sonrisa de media sandía.
Un rasgo en los ojos inconfundible.
Una esperanza en mil momentos.
Una taza junto a la lista de retos por realizar.
Una cruz en la de retos realizados.
Un sonido que está permanente y que no establece su origen.
Un dolor característico entre las sienes y la frente.
Un pensamiento cuando se apaga la luz.
Un camino junto al camino que trazan las palabras.
Un guión sin un argumento definido.
Una curvatura prominente en el vientre bajo.
Una necesidad de crecer, de expander, de arrobar.
Un triángulo dentro de un círculo.
Una estigma borrándose cada día que pasa.
Unas horas que ultimamente se convierten en altas de la noche.
Un espasmo en el pecho.
Un remedio heredado.
Un miedo al fracaso.
Un oráculo ebrio de soberbia.
Un sudoku.
Un homerun con casa llena.
Un gol de un tiro de media distancia.
Una casa prestada.
Un cúmulo de pérdidas.
Un pasado que cada día es perdonado, pero no justificado.
Un deseo.
Un alguien.
Un quizá.
martes, 6 de octubre de 2009
Mesalina.
Secretamente, cuando Claudio la poseía, pensaba en la noche que más de 200 hombres intimaron con ella, cuando retó a la hetaira más famosa de Roma, Escila, y eso la excitaba. Mesalina era bella y calculadora, dueña de un porte temerario y una mente perspicaz. Manipulaba a su marido en las decisiones de Estado cuando éste llegó al poder cuando Calígula fue asesinado en un complot.
La pasión de Mesalina fue algo que nunca controló. La historia la encontró a sus 12 años enamorada de Cayo Apio. Una noche, en una de las celebraciones a Júpiter, ella danzaba descalza con una túnica reveladora y atrevida. Cayo Apio la veía embelesado, aunque en el fondo, él no pensaba más allá que desatar la furia interior. Enmascarado, bailó junto con ella y la fue separando del grupo, llevándola a lo más lejano de los jardines. La luna iluminaba dramáticamente la escena, cuando los dedos de Apio tocaron su sexo. Una explosión de sensaciones en todo su cuerpo: húmedas y entrecortadas oleadas de placer le despertaron un mundo desconocido. Mesalina se descubrió desprotegida ante la situación cuando los labios y la lengua de aquel hombre rondaban por la mayor parte de su cuerpo, ahora desnudo. Fue tanta la fuerza de ese encuentro que, años después, recordaba el momento con gran avidez y no lo pensó dos veces; Claudio, ajeno a aquellos pensamientos, cumplía el deseo de su bella esposa al traer de regreso a Roma a Apio de aquellas tierras extranjeras para tenerlo cerca.
Una noche, después de entrevistarse con Claudio, Apio fue abordado por Mesalina afuera del palacio.
-Te casarás con mi madre
-Eso nunca…
-Te quiero para mí. Eres mío desde siempre…
-No lo haré…
Mesalina golpeaba con furia la cara de Cayo Apio.
-Harás lo que yo digo o morirás.
-Posiblemente lo haga, pero no tendrás nada de mí.
Mesalina no habló. Entrada la noche salía nuevamente del palacio para convertirse en Lycisca, la mujer perra, en un burdel de Subura. En cada hombre que la penetraba, trataba de descubrir algo. Quizá descubrirse ella misma, pero no lo lograba. Eso la afectaba demasiado y lloraba angustiosamente. Cuando llegaba a casa, Claudio dormía ajeno a ese dolor y eso también le excitaba. Despertaba a su esposo para tratar de descubrirse en él y se fundía en un acto que pasaba de mecánico a punitivo.
Una noche, cuando Claudio atendía menesteres fuera de Roma, decidió poner fin a su indefinición con respecto a su matrimonio. Cometió bigamia al casarse con Cayo Slio y así derrocar a su aún esposo. Esa acción le costó la vida. Fue condenada a cometer suicidio, pero al no poder hacerlo, fue decapitada por un centurión. Momentos antes, pensó en lo que Escila le gritó: “Infeliz, tienes las entrañas de acero”. Mientras el primer golpe de espada cortaba gran parte de su cuello, sintió nuevamente la explosión de emociones en cada centímetro de su piel. Su vida se desvaneció en su último orgasmo.
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Un refrito que publiqué en el Desperdicio.... hace unos meses.
Preparando motores... run run
Saludos
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