jueves, 26 de febrero de 2009

Último

El frío en el despacho aumentó en el amanecer. Era invierno y sábado. La mañana me encontró sentado en el escritorio, frente a mi computadora y realizando el trabajo pendiente para dejar todo arreglado en mi ausencia y viajar. Supe que su salud no era óptima, pero jamás creí que fuera tan rápido y sorpresivo su deterioro. El día anterior Berenice marcó y me dio un panorama poco alentador.
-Deja todo y ven. En estos momentos todo puede pasar y le haces falta. Apúrate. Puede que alcances…
-Sí, no te preocupes. Vuelo en cuando pueda.
Entre papeles y el sueño, antes de las siete, sonó el teléfono.
-Librado. Es inútil. Acaban de desconectar los aparatos. No hay remedio…
-¿Está consciente?
-Pidió hablar contigo.
-Acerca la bocina...
Un silencio. Una respiración cortada.
-Quisiera abrir lentamente mis venas, mi sangre toda verterla a tus pies… Sombras nada más, entre tu vida y mi vida…- canté
- Librado, todo fue posible. Me hiciste falta.
-Tú también a mí. Ayer me acordé de muchas cosas…
-Yo también. Te soñé…
-No he podido encontrar boleto para viajar. La Navidad…
- Yo lo sé. Yo lo sé… tengo que decirte algo…
-No hables… escúchame…
-Sé feliz, Librado. Nada es tan importante como ser feliz…
-Lo sé; claro que lo sé…
-Leí lo que publicaste en El Peregrino. Muy triste… demasiado.
- La tristeza es un sentimiento eterno, la felicidad sólo llena los huecos.
- El círculo no es cuadrado… hace rato me desperté y estaba soñando que te decía esto: encuentra al pez, no te pierdas en colocar el cebo…
Un silencio. Una exhalación.
En la bocina se escuchó el llanto de Berenice y el golpe del teléfono en el suelo. En la ventana se veía la nieve que caía de pronto y cerré los ojos.
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Queridos tres lectores menos uno:
Este es mi último relato en Metatextos. El ejercicio Momentos Finales.
Cuando lo escribí tenía en mi mente a Carl Sagan... no sé por qué...
In memoriam de Maclovia, mi abuela.

Bendiciones.

martes, 17 de febrero de 2009

Invitación

Invitando a que se den una vuelta a Desperdicio de letras.
La tarea fue algo sin pies ni cabeza.
De mis manos salió ésto.

Saludos

viernes, 13 de febrero de 2009

Locura Instantánea.

I
Era el tiempo de descubrir. Lo obscuro de la habitación era iluminado por los flashazos y el sonido característico de la Polaroid: el regalo perfecto.
- ¡No la chingues, Humberto! ¡Ando enseñando hasta las anginas!- Cecilia, lentamente, se incorporaba en la cama revuelta.
- Así es, corazón, pero sólo te he tomado con la sábana puesta.
- Ni creas que me vas a tomar una foto encuerada, Humberto. Imagínate sí la llega a ver alguien en tu casa… No se te vaya a ocurrir pegarlas en tu pared.
- ¡Bruja! Me adivinaste el pensamiento…
- ¡No seas pendejo! ¡Dame esa cámara!
- Ceci, considera esto como el inicio de nuestro archivo personal. Claro que no las voy a poner a la vista de todos. Estas se quedan bien adentro… del cajón.
- A ver… a ver, en ese caso deja te tomo una…
- ¡Tómame esta! – gritaba Humberto, mientras se abalanzaba hacia Cecilia.
II
Todo el mundo comentó el eclipse y lo raro de vivir dos amaneceres en un mismo día. Humberto no dejó pasar la oportunidad: tomó las imágenes más extrañas, utilizando la cámara práctica Durante el punto máximo del evento, contempló la inmensidad cuando volteó al cielo, desafiando las recomendaciones públicas. Observó un color diferente en el aro de luz que tapaba al sol e hizo los disparos.
- ¡Estás cabrón!- gritaba Cecilia.

III
Era aún temprano cuando el locutor daba las noticias de un levantamiento armado al sur del país. Humberto, más dormido que despierto tomaba la Polaroid y sacaba la última foto de Cecilia. Un día después, partió sin decir nada. La silueta a contraluz y de fondo la persiana de la ventana que daba a la calle Saltillo, de la Condesa y de repente Fito cantando: La veo cruzar cruzando un bosque; la veo alejándose de mí…

IV
El largo álbum de fotos marcaba una larga tendencia a la locura ordinaria que cambió, se transformó y se hizo más cruda después de 17 años cuando ya el modelo 95 se había descontinuado y el mundo ya era digital.
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Metatextos. Publicado a destiempo. Inspirado en una canción de Fito Páez.
Dos tres. Dos tres.

Muchas gracias.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Veinte minutos

Posiblemente, los últimos veinte minutos de un partido de futbol sean los más intensos. En ese tiempo el rumbo de las cosas puede cambiar, a diferencia de otros deportes de competencia. Su equivalente en el beisbol es la séprima entrada. Los últimos veinte minutos de una clase son pesadísimos y más cuando llevas casí doce horas dando materias. Los últimos veinte minutos de la hora de la comida son letales, sobretodo si el tráfico en la hora pico es insufrible.

Hubo una vez, que en veinte minutos el resto de lo que fue mi vida se decidió. Pasado, ya.

No hace mucho, hubo veinte minutos donde unos ojos se encontraron en la misma dirección y que sin quererlo esos veinte minutos hicieron que la noche se convirtiera en intensidad, que las madrugadas se convirtieran en los testigos de la huida, que los días fueran nada más en pasos y que las cosas dejaran de ser las mismas.

Veinte minutos que se han convertido en horas, días y meses de sensaciones y pensamientos. Veinta minutos que han roto el esquema.

Veinte minutos, en promedio, para escribir lo que siento.

martes, 10 de febrero de 2009

... y todo lo demás constante.



Nunca hubo un siempre
ni lodo que manchara las manos.
Al final quedaba el olvido
para de alguna forma encontrarnos.
Y así se fueron yendo lentamente
las cosas más importantes,
el aire para el alma,
la luz para el espíritu,
la calma para la conciencia,
el reflejo para el destino.
Nunca hubo un siempre
ni nunca un hasta luego.
Sólo la sensación gastada de
la fricción en el tiempo,
que moldea y estira
y conforma algo que a veces dejo de ser,
algo que es extraño y confuso
en forma de alas y balas
que a veces uso para escapar
y en el preciso instante
que elevo el vuelo y del cielo
bajo la vista y observo
la casa, el estudio, los miedos,
la cama, el reloj, los libros
y en el espejo
las canas, las arrugas, los lunares,
la barba, las señas particulares,
todo, todo, todo cambia
... y todo lo demás constante.


Hay un sólo camino,
pero es difícil seguirlo.
Es simple la verdad de las cosas,
pero no es sencillo entenderlo.
Hay algo que nubla la vista en mis ojos
y distorsiona los colores,
duplica la imagen,
oscurece el día.
Es lo que tiene la misma
sensación cuando descubres la
respuesta equivocada
y la correcta pasa en un carro
a alta velocidad,
y te sientes perdido
y avanzas en la ruta
porque el corazón y el sentido
han estado comprometidos
y todo, todo, todo
todo ésto tiene movimiento...
y todo lo demás constante.




Todo, todo, todo
todo ésto tiene movimiento....
y todo lo demás constante.
Nunca hubo invierno,
ni adios sin despedida...
y todo lo demás constante.

domingo, 8 de febrero de 2009

La feria de las convicciones

Una noche, después de que terminé de leer Ficciones, de Borges tenía la firme convicción de dejarme llevar en el caudal de escirbir lo que me viniera en gana. Era invierno y el frío hizo que me agasapara hasta de la última cobija. Además, no hacía mucho había finalizado algo que no concluía del todo ell enfriar la tibieza del lado derecho de mi cama. Un algo de lazos, de horas y promesas en el olvido. Me convencí de no pasar nuevamente por ello. Gran equivocación.



Tenía quince y tenía la fuerte convicción del rock and roll. Hace unas horas platicaba sobre lo diferente que fue mi adolescencia a la del promedio. Una adolescencia con adelantos y profundidades, de libros y de instrumentos musicales. De sueños con notas y de canciones una tras otra. En mi cumpleaños dieciséis prometí una casa en Cuernavaca a mi madre, la que sería ganada con la Fender Stratocaster que me regaló. Tenía la fuerza y la voluntad para eso y más.



A principios de este siglo, mi convicción fue participar en proyectos comunitarios. Estaba covencido que las coberturas, el engranaje social a través de la unión de la sociedad civil cambiaría el pequeño universo de nuestros grandes problemas. Logré grandes cosas que aún permanecen en la ciudad. Es una sensación extraña el haber sido originador anónimo de estos cambios.

He estado convencido de tantas cosas. Puedo hacer una feria con ellas:

1.- Amor es lo que acaba, origina y transforma este mundo.
2.- El azúcar no debe ser sustituida por la sacarina, pero el corazón no lo permite
3.- La nota más enigmática es el ré sostenido.
4.- Tienes que vivirlo para escribirlo, pero debes detenerte a tiempo
5.- El Mustang es el mejor automóvil que uno puede tener
6.- El sexo en la playa no es como en la tele, ni el cine
7.- Cuando termine tu vida, un perro te ayudará a cruzar por el camino final
8.- Un día el amor que tuve no fue suficiente. Es por eso que ya no lo desgasto en pequeñas esferas
9.- Sólamente tres veces estuve convencido de cambiar el rumbo de las cosas y fallé en dos.
10.- Si ellas estuvieran aquí a mi lado, el silencio me dificultaría el explicar el por qué de las cosas
11.- Vinicio Castilla el mejor beisbolista de México
12.- Stockhausen puede definir la sensación cuando reviso el pasado de mi vida
15.- Ahorrar dinero es la fuerza
16.- Moverse siempre es mejor que quedarse quieto
17.- La violencia nos hace cumplir el reto de quedarse inmóvil
18.- Moriré a los cuarenta. El sueño lo reveló...
19.- Las palabras, el sonido, lo más alto en la escala de mi alma
20.- Un no a tiempo pudo cambiar el rumbo

Ahora, estoy convencido de que nada conviene si no estás comprometido.

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Queridos tres lectores, les invito a leer mi colaboración en el blog Desperdicio de Letras en donde se toma el pretexto de un tema para sólo escribir. Cazar al lobo. Navegar el barco.

El tema de esta semana: Libre Albedrío.


Saludos

miércoles, 4 de febrero de 2009

Simultáneo.

15
La luna nueva
ella tambien la mira
desde otro puerto.
17 Haiku. J.L. Borges
Una vez hubo nada más fuego. Fuego y tierra sobre distancias temidas cubiertas con neblina y agua en las noches frías. Poco a poco el tiempo se fue encasillando en calendarios, en relojes, en Times Square, y las mañanas con sus tardes y noches ya pasaron a formar días, semanas, meses y años. Demasiados años. La distancia no se hace corta, se alarga cada día más. Hubo alguna vez, además, todo el tiempo del mundo. Todas las ideas y todos los sentimientos. Ahora, el mundo se ve a través de un cilindro: se ve la luz al final y el reflejo de todo nuestro universo de cosas y, al observarlo, es inevitable pensar en que llegar a sentir la luz, más de cerca, puede ser tarea imposible.
Una noche, después de mil cosas en un día a principios de semana, la luz se hizo terriblemente más cegadora y atractiva. Manejando por las avenidas a deshora, descubrí que de alguna forma ella observaba la misma luna en su sueño, el cual no interrumpí al levantarme e irme. La misma luna que es insoportablemente redonda y brillante, descubrió, como hace tiempo no lo hacía, la frialdad y la inercia en la que pasa la vida.
- ¿Ya viste la luna?- pregunta llamando por teléfono
- Sí. Increible- contesto maravillado.
- De acuerdo. Adios- y cuelga.
Sin poder detener ese pensamiento me pregunto si esa misma luna la estarán viendo en Monterrey, en Ciudad de México, Panamá, Maracay, Anchorage, Vancouver, Acapulco, Huatulco, San Carlos, Hermosillo...
La fuerza de lo simultáneo. Dilema eterno.