La experiencia dejó a Alex cansado de la vista y un odio temeroso a las gotas para los ojos. El tenedor para comer le parecía la peor de las armas letales del planeta. Sus drugos estaban más lejos que cerca y el fastidio de su fibra más sensible se arremolinaba como un ciclón en su cabeza. Habían pasado imágenes por su vista en una pantalla cinematográfica durante semanas. La técnica Ludovico estaba dando resultados positivos. Finalmente, su terrible adicción podía ser tratada y curada.
Alex una de esas noches soñó. Ese era un evento raro porque la narcolepsia producida por la leche de korova con drencom suministrada a su organismo buscaba un knock out a sus sentidos, pero esa noche se abrió una rendija de la ventana química acondicionada a su mente:
Alex caminaba sólo con su traje blanco, bastón y bombín por una calle repleta de casas como palomares. En una de ellas salía música con ritmo minimal y retumbante de bajos. Se acercó a un portal y viò a devotchkas con atuendos disímbolos y drugos turgentes y de peinados más alisados. No era un mundo como el suyo y supo muy bien que era un mundo paralelo. De repente pasaron a su lado varios chelovecos con la gullivera cubierta cargando fusiles y descargando metralla dentro del local.
Lo que Alex percibió en este mundo paralelo le descubrió el lado más irracional de la violencia. De repente a su mente vinieron imágenes de caníbales devorando carne humana en un literal rio de sangre hirviendo. Sintió terror.
Por un momento, Alex agradeció estar soñando. Una lágrima mojaba su almohada cuando se despertó literalmente exaltado. Su afición a la ultraviolencia era un juego de niños, eso iba demasiado lejos a todo concepto mental.
Alex estaba curado. Ludovico había triunfado.
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Estimados lectores, esta es mi ejercicio de regreso a Metatextos.
Este fue escrito en un camión de Chihuahua a Ciudad Juarez con un mareo letal y tecnología 3G.
Cómo evolucionamos y el mundo no...
Agredezco a Kubrik y Burguesse por la colaboración onírica.
Amor.
Paz.
L.Mario
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