No. El desierto es el ecosistema más rígido y extremo que existe. El calor amolda los cuerpos, los enjuta y agolpa sus sentidos en un letargo vaporoso. El sudor corriendo por la espalda. La resequedad de la boca y la transpiración excesiva. El asiento del auto hirviendo. Los golpes helados del clima cuando entras al centro comercial y la garganta y la nariz se convierte de cartón y duele cuando el oxígeno refresca las membranas. Los ojos lapidarios.
A lo lejos el mar.
Por carretera, el paisaje arenoso es moteado de verde por alguna vegetación que no se resigna a perecer ante el sol y la falta de agua. Lo cerros resecos revelan sus formas rocosas, milenarias y constantes ante los ciento ochenta grados de tu visión que se achica por el viento que te pega en la cara y una lagrimita humedece la mejilla izquierda. El termómetro en el carro marca cuarenta y dos centígrados. Road House Blues contrasta con Esclavo y Amo en el random del cd player. Algunas veces, a lo largo de la ruta que divide una población de otra y de otra más que está pegada a la única estación de trenes de la región, ese aparato de alguna forma enigmática predice el inicio y el final de las horas; indica lo que pasó y la solución a muchos problemas laborales y personales; hace que no olvides el resto del tiempo que permanece ocioso mientras el auto acelera y frena, cambias luces y refleja los tonos agridulces del atardecer.
Cada vez más cerca el mar.
El desierto podría morir donde inicia el mar.
En un punto del mundo, ambos se complementan.
Se detiene el tiempo.
Los últimos rayos del sol se esfuman como la espuma del mar en mis
pies...
De cierto, Desierto digo... Estaba yo ahí.
1 comentario:
Al leerte me viene el recuerdo de un viaje fabuloso, chusco, paisajes lindos, intenso ruido y muy divertido hacia Rocky Point, jaja como olvidarlo.
Poola
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