I
Era el tiempo de descubrir. Lo obscuro de la habitación era iluminado por los flashazos y el sonido característico de la Polaroid: el regalo perfecto.
- ¡No la chingues, Humberto! ¡Ando enseñando hasta las anginas!- Cecilia, lentamente, se incorporaba en la cama revuelta.
- Así es, corazón, pero sólo te he tomado con la sábana puesta.
- Ni creas que me vas a tomar una foto encuerada, Humberto. Imagínate sí la llega a ver alguien en tu casa… No se te vaya a ocurrir pegarlas en tu pared.
- ¡Bruja! Me adivinaste el pensamiento…
- ¡No seas pendejo! ¡Dame esa cámara!
- Ceci, considera esto como el inicio de nuestro archivo personal. Claro que no las voy a poner a la vista de todos. Estas se quedan bien adentro… del cajón.
- A ver… a ver, en ese caso deja te tomo una…
- ¡Tómame esta! – gritaba Humberto, mientras se abalanzaba hacia Cecilia.
II
Todo el mundo comentó el eclipse y lo raro de vivir dos amaneceres en un mismo día. Humberto no dejó pasar la oportunidad: tomó las imágenes más extrañas, utilizando la cámara práctica Durante el punto máximo del evento, contempló la inmensidad cuando volteó al cielo, desafiando las recomendaciones públicas. Observó un color diferente en el aro de luz que tapaba al sol e hizo los disparos.
- ¡Estás cabrón!- gritaba Cecilia.
III
Era aún temprano cuando el locutor daba las noticias de un levantamiento armado al sur del país. Humberto, más dormido que despierto tomaba la Polaroid y sacaba la última foto de Cecilia. Un día después, partió sin decir nada. La silueta a contraluz y de fondo la persiana de la ventana que daba a la calle Saltillo, de la Condesa y de repente Fito cantando: La veo cruzar cruzando un bosque; la veo alejándose de mí…
IV
El largo álbum de fotos marcaba una larga tendencia a la locura ordinaria que cambió, se transformó y se hizo más cruda después de 17 años cuando ya el modelo 95 se había descontinuado y el mundo ya era digital.
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Metatextos. Publicado a destiempo. Inspirado en una canción de Fito Páez.
Dos tres. Dos tres.
Muchas gracias.
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