sábado, 13 de junio de 2009

Reencuentro.

Nada era diferente, pero a la vez no. Podías escuchar el mí bemol desafinado apretando las teclas decoloradas del piano que al pasar de los años se tornaron de albas a hueso. Ya no lo tocabas. Aún recuerdo tus manos pequeñas y gordas abiertas abarcando media octava sobre las teclas negras.

-Este es un fa sostenido. Oye… suena como Urano.
- ¿Mayor o menor?
- ¿Urano?

Tu sentido del humor te hizo una niña especial e inolvidable. Aún, cuando te hicieron la ortodoncia eras simpatiquísima. Andrea, tu abuela, decía que era genial que alguien te pusiera el freno aunque fuera en la boca. Y es que cómo olvidar el susto de tu primer choque a los catorce contra las jardineras del Parque México. La quema de corpiños porque no te dejaron hacer la pijama party en la casa. Tu perro, primero color rosa y luego morado. El día que repartiste la despensa del mes a los niños pobres de la colonia. Siempre fuiste muy aventada y atrabancada, pero de alguna forma también demasiado racional. De pronto, en instantes, tocabas al cielo con tus pensamientos, con tus ideas brillantes y luego guardabas silencio. Sí tu cerebro hubiera tenido engranes, se hubiera escuchado la maquinaria andando, como la que hacía tortillas.

¿Cuándo fue que dejaste todo atrás? ¿Cuándo fue el cambio?

Mirabas largas horas las grietas en las paredes de la sala de estar y decías que sentías miedo, pero no expresabas nada. Estática la sensación que te iba carcomiendo por dentro hasta evitar la luz del sol. Terrible malestar de mareo estando en tierra firme, pero soñando con el mar y la arena metiéndose en tu traje de baño: esa era la única opción de sol que soportabas en el imaginario. Un barco en el oasis de un desierto. La sábana de seda blanca que cubría tus noches de risas y dulces y cuentos de Quiroga. Cuentos de espanto y de lo sobrenatural.

¿Cuándo dejaste de creer en la asepsia de las cosas? ¿En el fundamento del alma?

Quizá cuando descubriste la verdad de la verdad, el origen del movimiento de los tranvías que eran impulsados por corriente eléctrica, el mismo tranvía que pasó cerca de ti cuando escapaste por una ventana y la luz distorsionada te cegaba y te aturdía como el Poema Electrónico de Varese o como el Zeitmasse de Stockhausen o como los gritos de lamento que escuchabas en The Wall de Pink Floyd el día que moriste.

¿Cuánto tiempo ha pasado?

Después de todo, los días 13 de junio siguen siendo especiales. Siempre marcan la mitad de algo. De repente a medio día regreso a esta casa, herencia de nuestros padres y sucede lo mismo: me siento en la sala junto al piano, miro el paisaje parisiense que pintó Andrea, miro tu foto sobre la chimenea, respiro profundo y el sol se esconde por unos segundos. El sonido es característico y tu aroma llena toda la habitación. Todo se detiene.

-Hola Nena…
-Este es un fa sostenido…

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Mi último cuento en Desperdicio de Letras.
Te invito a que pases a embarrarte un poquito.
Bendiciones.
L.Mario

4 comentarios:

Victoria dijo...

no pude encontrar desperdicio de letras... porque lo eliminaron?

13 de junio... gran dia...

E.M. Acosta Bolívar dijo...

Sr. Luis... es:

http://desperdicio-de-letras.blogspot.com/

y pues los dos andamos como atrasados, no? jeje... es que el ejercicio no aclaraba cual sabado, verdad? =P

nurimoon dijo...

La historia esta hermosa, la narracion me encanto.
saludos.

Anónimo dijo...

Impactante, quiza te moleste pero en parte me identifique con la historia,Yo tampoco se cuando deje todo atras, cuando fue el cambio...
Lo único es que estoy vivo... solo me falta que me depresión me invite a la muerte...

Saludos...