sábado, 16 de enero de 2010

Lo siguiente no es...

Cómo van cambiando las cosas en el país. Cómo los conceptos de cordialidad, amabilidad e integración se mueven de mucho a poco. Cómo las estrellas gastadas iluminan de lejos las noches interminables de frío polar. Un grado o diez abajo y la gente modifica su modus vivendi. Su modus operandi. Todo se vuelve más lento. La mente se mueve más rápido que la articulación de palabras. Toda la extrañeza encaja en una realidad temible. Se hace tarde y no llega el cambio. Se tumban las cosas, las puertas se cierran. Lo que es aparente se queda enclavado en el corazón de la sinrazón. Todo el tiempo se pierde y todo para ganar algo que no es lo que quieres pero es lo más conveniente. Lo más inconveniente nos encierra en cuatro paredes. La inconformidad asume la dirigencia de las cosas. La gente se esconde en parapetos escudriñados. Los aviones son más pequeños. Ya poca gente viaja y viaja a fuerza. Con un nudo en la garganta la gente al ver partir a los aquellos en pasillos llenos de luz y de trámites. De identificaciones y de cambios en planes de vuelo y de clima. De divisiones elitistas donde los que pueden más allá de lo posible beben bebidas en las rocas y fuman habanos que apestan el aire y el aliento. Y todos van haciendo cosas que no quieren hacer. Siguen impulsos que no quieren parar y rompen las reglas y rompen las costumbre y mienten y muerden y empuñan armas y aprietan gatillos y manejan carros a gran velocidad y las calles que habían sido nuestras no son ahora más que ríos de sangre, cristales de auto agujerados por proyectiles y masa encefálica y corpórea por todas partes. El miedo y el sueño. La vida y la muerte juegan un cara o cruz cada amanecer. La moneda es iluminada por los primeros rayos de sol y el desierto sabe que el viento sopla en una sola dirección. Lo siguiente no es más que un desahogo de las razones de causas perdidas, del anonimato de los destellos lunares que iluminan la tierra y la mente. La sinrazón de lo peculiar.

Y seguimos respirando y pagando culpas con dinero y desencanto.

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