En medio del calor, a medio día, estaciono mi carro por la avenida principal que hace esquina con el centro comercial donde está nuestro negocio. Lo paro frente a una lonchería y me bajo para comprar una torta porque tengo hambre y cuando eso sucede me molesta hasta que el aire me toque la cara. Me estaciono frente a una casa. Me bajo del carro y voy cruzando la calle cuando una persona me pita frenéticamente desde su vehículo:
-¡Quítate! ¡Ese es mi lugar!
Lo volteo a ver y reviso que el lugar que él reclama no tiene señalización de propiedad privada ni mi carro obstruye alguna cochera. En condiciones normales (sin hambre) hubiera reaccionado políticamente, pero a esa hora mi pscosis ya está en aumento. Le tiro una mirada retadora y me sigo rumbo a la lonchería. A estas alturas, el hombrecillo (clásico pelao norteño con una troca del año (del caldo), bigotito shilinskeño, botas y cinturón piteado) estaba que se lo cargaba la tiznada porque no le puse atención a su sonora petición. Llego al mostrador de la lonchería y pido una de bistec para llevar. Observo que el hombrecillo empieza a acelerar su troca y empieza a maldecir:
-¡Órale inchi chilango! ¿Qué no ves que estás parqueado frente de mi casa?
- Pues si. Si veo y ¿Eso qué? Estaciónate más adelante. Además, en el pedir está el dar.
Cuando digo esto, cruzo nuevamente la calle y veo que el hombrecillo mueve su troca hasta que la deja muy pegada a mi carro para evitar que pueda abrir la puerta del chofer. Se baja y me dice:
-¡Ahora se espera mi compa!
-¡Me espero madres caón! ¡Inchi tu padre, pendenciero! (para ese entonces reacciono y yo ya no soy yo, soy alguien que empieza a perder la calma, como el Michael Douglas en Falling Down)
-¡Pos a ver cómo sale!
- ¿Quieres ver, imbécil?
Abro la puerta del copiloto del carro con fuerza, el hombrecillo apura el entrar a su casa. No mido consecuencias. Pienso que va a entrar por una pistola y va a balacearme. De igual forma, pienso que a él se le ocurre lo mismo. Me muevo entre los asientos y saco el carro con gran pericia . Salgo disparado y a unos cuantos metros está el centro comercial. Dejo el carro frente a mi local y regreso caminando a la lonchería por mi torta. Observo que el hombrecillo sale medio espantado de su casa y busca mi carro (¿Por dónde salió?). No se da cuenta que lo observo desde enfrente mientras recibo mi torta (con harto chile) y me voy caminando al local mientras él se sube a la troca y arranca de prisa como queriéndome encontrar.
Camino de regreso al negocio, reflexiono que estos no son tiempos para demostrar valentía de esa forma: que más vale ser condecendiente que sufrir las consecuencias. Descubro que el no comer temprano influye en mi estado de ánimo: coraje me sale para reaccionar como cualquier pelafustán. Descubro, además, que todos estamos enfermos y asustados. Ni modo. La ciudad atrapa.
Más tarde, en las noticias sale la imagen de un hombre ejecutado por las calles de Juárez en una troca del año (del caldo): el hombrecillo realmente se ve como angelito, son sus ojitos entreabiertos y su cabeza tirada hacia atrás, mientras la sangre sale por su boca...
2 comentarios:
L. Mario me dejó boquiabierta con su relato, desgraciadamente hay personas en nuestro cotidiano que nos exaltan, terminan con nuestra amabilidad, con nuestra cortesía, con nuestra paciencia, pero creo que en ésta ciudad el "horno no está como para bollos" así que "tranquis", cuando lleguen éstos momentos a su vida, respire profundo contando hasta diez, de verdad funciona, lo de menos es que se agarre a catos con cuanto tipo agresivo se le cruce en la calle y no pase de un ojo morado y trompa de boxeador, (tampoco creo que esa sea una inteligente reacción) y lo peor es que le saquen una pistola; un arma blanca y usted termine llevándosela puesta y su vida? (ni Dios lo mande verdad) lo más probable es que la del otro tipo no valga un centavo, pero piense en la suya por favor, aaay me sentí como mamá preocupona pero, es que uno ya no sabe ni qué!
Cuídese mucho y reciba un saludín cortés y pacifico!
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