Tanto tiempo que pasó, lo pasé sin respirar...
La Libertad. Vicentico
La Libertad. Vicentico
El comienzo fue así de simple. No lo había escuchado de solista. Una vez en Juárez, lo vi con los Fabulosos cuando le dieron un botellazo a su guitarrista en pleno concierto y pararon la presentación definitivamente. Desde esa perspectiva, no pude darme cuenta de lo que significaría escuchar Los Rayos de Vicentico, algunos años después.
El hecho es que, días antes de partir de esta ciudad, fui a la tienda de discos y me encontré con este álbum y me enganché de él por la vista. Unos días atrás había leido en el Diario que Gabriel Julio Fernández (su nombre real) formó un equipo de futbol en Buenos Aires y que jugaba por lo menos dos veces por semana. En ese preámbulo, los jugadores eran sus músicos quienes grabaron esta suerte de disco que es Los Rayos. La música de este disco pues es festiva. Demasiado festiva, a contrario de sus letras que son realmente tristes, profundas y oscuras. "Los Caminos de la Vida", " La Libertad", "La Verdad", "El Cielo", "La Nada", "La Señal", "El Tonto", "El Tiburón", "El Engaño".
En realidad el disco no tiene un tema definido, pero es un canto a la tristeza y a la soledad del hombre. El escucharlo es como ver un barco partir de algún puerto y saber que jamás va a regresar pero, además, sentir la incertidumbre de que en su trayecto se hunda. "Fuera, ya estoy afuera y ahora miedo de tanta libertad, todo este cielo azul y ver tanta libertad, me ha dejado quieto que al fin puedo llorar"
Y es que de alguna forma, el amor es así. La señal del adios se percibe en muchas formas, pero uno deja pasar esas cosas y vive el momento. En verdad "pasan las horas, pero como en espiral. Uno siempre en el mismo lugar y el tiempo se pasa igual"
Este disco me acompañó en el viaje a mis peores tonterías en mis primeros días, cuando decidí moverme de aquí y alejarme de todo. En ese tiempo, pensaba "Tengo valor pero no te doy nada. Tengo valor pero no te doy nada".
Y al final del tiempo, después de que el huracán pasa y la tormenta termina, sigue esa sensación de querer un minuto más para abrazar la realidad que se acaba. Es el miedo natural de sufrir los cambios y empezar en diversos niveles. Gracias a Dios que existe la música y que puede evocar los tiempos que, segundos después, hace que el ensueño se muera y renazca como el ave fénix.
El comienzo fue así.
El hecho es que, días antes de partir de esta ciudad, fui a la tienda de discos y me encontré con este álbum y me enganché de él por la vista. Unos días atrás había leido en el Diario que Gabriel Julio Fernández (su nombre real) formó un equipo de futbol en Buenos Aires y que jugaba por lo menos dos veces por semana. En ese preámbulo, los jugadores eran sus músicos quienes grabaron esta suerte de disco que es Los Rayos. La música de este disco pues es festiva. Demasiado festiva, a contrario de sus letras que son realmente tristes, profundas y oscuras. "Los Caminos de la Vida", " La Libertad", "La Verdad", "El Cielo", "La Nada", "La Señal", "El Tonto", "El Tiburón", "El Engaño".
En realidad el disco no tiene un tema definido, pero es un canto a la tristeza y a la soledad del hombre. El escucharlo es como ver un barco partir de algún puerto y saber que jamás va a regresar pero, además, sentir la incertidumbre de que en su trayecto se hunda. "Fuera, ya estoy afuera y ahora miedo de tanta libertad, todo este cielo azul y ver tanta libertad, me ha dejado quieto que al fin puedo llorar"
Y es que de alguna forma, el amor es así. La señal del adios se percibe en muchas formas, pero uno deja pasar esas cosas y vive el momento. En verdad "pasan las horas, pero como en espiral. Uno siempre en el mismo lugar y el tiempo se pasa igual"
Este disco me acompañó en el viaje a mis peores tonterías en mis primeros días, cuando decidí moverme de aquí y alejarme de todo. En ese tiempo, pensaba "Tengo valor pero no te doy nada. Tengo valor pero no te doy nada".
Y al final del tiempo, después de que el huracán pasa y la tormenta termina, sigue esa sensación de querer un minuto más para abrazar la realidad que se acaba. Es el miedo natural de sufrir los cambios y empezar en diversos niveles. Gracias a Dios que existe la música y que puede evocar los tiempos que, segundos después, hace que el ensueño se muera y renazca como el ave fénix.
El comienzo fue así.
1 comentario:
Que bello L. Mario, muy bello. Como que me debes los Rayos de Vicentico ¿no? Saluditos bellos como tu post!
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