Cuarto para las 2 a.m. Todo sereno, después...
Repaso uno a uno los pliegues de tu piel, principalmente los de tus mejillas cuando platicamos y sonríes cuando estas acostada y me ves hacia arriba y yo sentado al borde de la cama. Te digo que una noche, sólo una noche, pediría para perderme en ti; para perderme en cada una de las fases de tu luna y en cada minuto de tus amaneceres en otoño y en invierno. En cada silencio que sucede entre las interferencias de información y algún disparo que se escucha mientras la ciudad va muriendo hasta la hora en que poco a poco despierta entre ruidos de máquinas y de sueños madrugadores, mientras adivinamos si fue cerca o lejos y te asomas a la puerta para escuchar mejor y yo, más perdido en ti que en mis sueños, te sigo con la mirada de un punto a otro y me fijo en tu espalda y en el increible efecto de luz que se forma en tu cintura cuando pasas cerca del televisor y te ilumina y lentamente regresas a tu sitio para seguir hablando de cosas sin sentido y beso esos pliegues en tu piel y miro tus ojos y te digo que me encantaría perderme en ti y te levantas un poco, me abrazas y tu torso y tus brazos cubren mi cara y lentamente me voy perdiendo; perdiendo, lentamente, me voy...
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